En los últimos años, en buena medida por la influencia global del cine y las series de origen norteamericano, se va extendiendo irremediablemente por Europa la costumbre de que los niños vayan en grupos por las casas en la noche del 31 de octubre a pedir chuches bajo la extraña fórmula de truco o trato. Dado que muchos padres preferirían que sus hijos no tomaran tanta azúcar, hoy nos preguntamos ¿es imprescindible que el regalo sea en forma de chuches? Abramos el debate para pensar entre todos si hay alguna forma de mejorar un poco la situación.
Si hacemos un poco de historia, vemos que la costumbre deriva de tradiciones medievales europeas, en las que se pedía comida con ocasión de la festividad de Todos los Santos. En Portugal se extendió especialmente a partir del 1 de noviembre de 1756, al cumplirse el primer aniversario del terrible terremoto que asoló Lisboa y dejó muchas personas pasando dificultades. Se pedía entonces el llamado pão-por-Deus y se recitaban versos positivos a quien colaboraba:
Esta casa cheira a broa,
Aqui mora gente boa.
Esta casa cheira a vinho,
Aqui mora algum santinho.
Y también versos negativos al que no aportaba nada:
Esta casa cheira a alho,
Aqui mora um espantalho.
Esta casa cheira a unto,
Aqui mora algum defunto.
Poco a poco la tradición se fue perdiendo, excepto en las zonas de Fátima y Famalicão, donde todavía se mantiene, aunque con dificultades ante el empuje del Halloween americano y sus chuches.
En varias zonas de España próximas a Portugal también existen en el día de Todos los Santos tradiciones similares. En Zamora, Salamanca, Cáceres y Badajoz se llaman habitualmente carbote o calbote, se asan castañas en el campo, y los niños realizan la chaquetía y van por las casas recibiendo castañas y frutas.

Así que vemos que al menos hay base histórica para poder explicarles a los chiquillos las posibles mejoras en este asunto. La clave estaría en un buen marketing. Por ejemplo, si asamos las castañas y las tenemos calientes para el momento de la llegada de los niños, podemos “venderles” la ventaja de llevar las manos calientes durante el resto de la noche, que suele ser ya fresca. Lo mismo si hacemos un bizcocho casero y les ofrecemos un trozo con un poco de chocolate caliente. De hecho, en la Inglaterra medieval se daba en estas fechas el soul cake, que muchos apuntan como origen más directo de la tradición americana.

Otra buena alternativa podría ser hacer unos chupitos de smoothies de fruta. Los smoothies suelen ser bien acogidos por los niños y seguro que alguno agradece la inyección de vitaminas y energía para continuar el recorrido nocturno.
Y finalmente hay quien sugiere polos de fruta, trozos de fruta cortada con forma triangular y un palo debajo para agarrarla, que es otra forma divertida de comer algo más sano.

Son solamente algunas ideas. Seguro que esta dinámica comunidad de colaboradores tiene muchas más sugerencias.