Mientras aguardamos con esperanza que los políticos encuentren soluciones para el calentamiento global, vamos a tratar hoy de un problema considerablemente menor y muy local, pero que genera también bastantes dudas y frecuentes discusiones familiares: cómo encender bien la chimenea para calentar nuestras casas durante los días de invierno. Pocas cosas son tan agradables como una tarde casera junto a un buen fuego. Y en la región Oeste de Portugal, muchas casas tienen chimenea. El problema es que no todo el mundo conoce bien las características de los distintos tipos de leña ni sabe cómo encenderla con eficacia. Y cuando hay dudas es cuando tenemos un terreno abonado para las discusiones.
Así que vamos a intentar aclarar algunas dudas básicas sobre el tema. El primer mandamiento es que amarás la leña seca sobre todas las cosas. Es decir, que más allá del tipo de madera o del tamaño del corte, la clave es que esté cortada y seca desde hace un año o que, como mínimo, haya pasado todo un verano al sol.
En segundo lugar, debemos colocar los elementos de tal forma que permitan una buena circulación de aire, ya que el oxígeno es clave para una buena combustión. Así que, si estamos ante una unidad de calor con puerta de cierre, es importante que en la fase de encendido tengamos abierta al máximo la entrada de aire que suele haber en su parte inferior.
Una de las configuraciones más extendidas para iniciar el fuego consiste en hacer una pequeña pirámide en la que colocaremos en el centro una pastilla de encendido, a su alrededor unos cuantos papeles arrugados, sobre ellos varias maderas pequeñas, de apenas uno o dos centímetros de grosor y entre 10 y 20 centímetros de longitud, o varias piñas secas, y más hacia arriba algunas ramas algo mayores. Cuando el conjunto esté ya con buenas llamas, podemos empezar a introducir los troncos grandes, que nos van a dar cada uno un par de horas de buen calor.
En cuanto al tipo de leña que debemos elegir, en Portugal las más habituales son de eucalipto, de olivo y de encina o alcornoque. Las de encina y alcornoque son las más duras, las que tardarán más en arrancar pero a cambio ofrecerán mayor capacidad calorífica y mayor duración. Por tanto, una buena estrategia puede ser empezar el fuego primero con algún trozo de olivo no muy grande; la leña de olivo suele tener más resina oleosa y arde con más facilidad. Después podemos pasar a algún trozo de eucalipto de tamaño medio y cuando tengamos ya el fuego bien consolidado, colocar unos troncos gruesos de encina o alcornoque. Con esa fórmula tendremos el éxito y la paz familiar asegurada.
Si lo que estamos preparando es una barbacoa exterior, las ramas de olivo o de naranjo son las más aconsejables para hacer paellas o para usar con cazuelas, al dar una llama viva y alegre, mientras que las brasas de encina son las que dan mejor sabor en carnes y pescados. La madera de eucalipto tiene un aroma especial, bastante agradable para chimeneas interiores pero menos aconsejable para cocinar ya que además suelta chispas con frecuencia.
A la hora de comprarla, el primer consejo es intentar ir a algún proveedor especializado. Son los que tienen espacios adecuados para secar y conservar leña y los que nos podrán aconsejar mejor en función de lo que necesitamos. En todos los pueblos y ciudades suele haber algún proveedor de este tipo pero a veces son comercios pequeños, sin presencia en internet, y para localizarlos es necesario preguntar a la gente local.
Si por ser un día festivo o en una hora tardía nos resulta imposible acudir a uno de estos especialistas locales, siempre podemos recurrir a las opciones de supermercado. Pero dado que ahí tendremos mucha menos certeza sobre la antigüedad y grado de humedad de los troncos, es mejor decantarse por las opciones tipo briquetas que se han empezado a extender en los últimos años.
Las briquetas son cilindros compactados de serrín y madera, de tamaño similar o algo menor que los troncos tradicionales. Su mayor ventaja es que están muy secos y arden bien. A cambio, son más caros y duran menos que los troncos.
Y la última opción, si no tenemos más remedio, serían los troncos de supermercados y gasolineras, que suelen venir en hatillos o en sacos. Son los que van a tener normalmente menor tiempo cortados y mayor grado de humedad. Llegar a una casa que lleve tiempo cerrada, con el tiro frío, y tratar de encender el fuego con este tipo de troncos nos puede generar grandes frustraciones, hasta el punto de llegar a creer que lo que nos han vendido son troncos con una capa de pintura ignífuga. En esos casos hay que armarse de paciencia y tratar de poner especial esfuerzo en la fase previa, conseguir muchos papeles, más piñas secas y ramas pequeñas, que ayuden a construir una buena cantidad de calor antes de colocar el tronco “ignífugo”. Y si aun así no se consigue el resultado pretendido, siempre se puede recurrir al truco del alcohol, que básicamente consiste en ingerir unos cuantos copazos que nos calentarán por dentro, nos alegrarán por fuera y, muy probablemente nos permitirán olvidarnos del fuego.